EL MIEDO A LA PROPIA GRANDEZA
Volvernos protagonistas de nuestros talentos. Dar lo mejor de nosotros mismos. Abandonar, de una vez por todas, el vientre de la enorme ballena, como Jonás. ¿Para qué? Para dejar de privar al mundo de lo más hermoso que tenemos.
Nos achicamos. Posponemos. Recortamos. Nos
encogemos. Nos justificamos por no comenzar. Nos volvemos tibios.
Postergamos. Y así transcurren los días. Y así acontece la vida (que
está hecha de días). Y así vamos transitándola como dijo de sí mismo el
poeta Tagore: “Me he pasado la vida encordando y afinando mi
instrumento, y no he llegado a cantar la canción que vine a cantar”. Y
así, quizás nos vayamos en silencio. O no: tal vez tomemos el riesgo de
salir de la ballena.
¿De dónde? Sí, de la ballena. La ballena que se tragó a Jonás, según la historia (un relato simbólico acerca de la realización del Sí Mismo). Volvamos atrás. Este mecanismo interno tiene nombre: Complejo de Jonás. Abraham Maslow (un psicólogo estadounidense que fue parte del movimiento humanista, y que fundó la expresión “Psicología Transpersonal”), lo definió como el miedo a los propios talentos, o, −redoblando la apuesta− miedo a la propia grandeza. “¿Grandeza? ¿Grandeza yo?”, quizás te preguntes. Sí. Pero no se trata de la grandeza del Ego. No. ¿A qué grandeza, entonces, se refiere? Ya mismo te cuento…
¿De dónde? Sí, de la ballena. La ballena que se tragó a Jonás, según la historia (un relato simbólico acerca de la realización del Sí Mismo). Volvamos atrás. Este mecanismo interno tiene nombre: Complejo de Jonás. Abraham Maslow (un psicólogo estadounidense que fue parte del movimiento humanista, y que fundó la expresión “Psicología Transpersonal”), lo definió como el miedo a los propios talentos, o, −redoblando la apuesta− miedo a la propia grandeza. “¿Grandeza? ¿Grandeza yo?”, quizás te preguntes. Sí. Pero no se trata de la grandeza del Ego. No. ¿A qué grandeza, entonces, se refiere? Ya mismo te cuento…
Desde esta visión psico-espiritual, la grandeza consistiría en
comprender que uno es el encargado de un modesto pero imprescindible
sonido, inscripto en una Gran Partitura; y que el propio instrumento
puede ser un inmenso contrabajo o un leve flautín… Mas si uno no lo toca
cuando en la Partitura está señalado, ese silencio, esa falta, no sólo
nos dejará enmudecidos a nosotros mismos, sino que, a través de ese “no
ser”, estaremos privando a otros de lo que tenemos para dar. Así, la
propia grandeza es la de hacer tan bien como hoy nos sea posible eso que
nace desde nuestra hondura, no sólo para el propio gozo (¡que no es
algo desestimable!), sino también para la plenitud de esa obra conjunta,
pues todos estamos interrelacionados e intuitivamente lo sabemos.
El mito de Jonás nos cuenta que ese hombre, a quien desde lo Alto se le había indicado que debía ser profeta, salió huyendo de su Tarea, convencido de que se trataba de un error. Escapó hacia el puerto, subiéndose a un barco en el que quiso pasar inadvertido. Sin embargo, se desató una gran tormenta en la que la nave se movía a punto de despedazarse. Entonces los marinos advirtieron que él no era parte de la tripulación, y le adjudicaron a su presencia esa desventura. Así, lo arrojaron al mar. (Hemos de saber que siempre seremos expulsados, de un modo u otro, de aquellos lugares en donde nos escondemos para no ser quienes somos).
El mito de Jonás nos cuenta que ese hombre, a quien desde lo Alto se le había indicado que debía ser profeta, salió huyendo de su Tarea, convencido de que se trataba de un error. Escapó hacia el puerto, subiéndose a un barco en el que quiso pasar inadvertido. Sin embargo, se desató una gran tormenta en la que la nave se movía a punto de despedazarse. Entonces los marinos advirtieron que él no era parte de la tripulación, y le adjudicaron a su presencia esa desventura. Así, lo arrojaron al mar. (Hemos de saber que siempre seremos expulsados, de un modo u otro, de aquellos lugares en donde nos escondemos para no ser quienes somos).
Una vez en el mar, un enorme pez lo tragó y, dentro de él, Jonás
permaneció con vida. El pez es nuestro propio Inconsciente. Tomando
refugio en él necesitamos cobrar fuerzas para salir hacia el mundo y
brindar lo que tenemos para convidar. Quedarnos encerrados en él es
asfixiarnos.
Y también debemos saber que el Inconsciente busca, aunque sea a través de síntomas, que nos demos cuenta del autoengaño: nadie consigue la oportunidad de una existencia humana −como dice el Budismo− para quedarse de por vida adentro de una ballena. Hacerlo es causa de una tristeza muy profunda, que a veces adjudicamos a cosas que nos sucedieron, o a no tener lo que anhelábamos, o a causas que no llegamos a descifrar.
Sin embargo, Maslow decía que si renunciábamos a hacer aquello para lo cual tenemos talento, el dolor sería mucho. Un dolor innecesario, que inclusive muchos terapeutas diagnostican mal por desconocer la dinámica de este Complejo y cómo abordar su resolución. El gozo de manifestarse es equivalente a la magnitud del dolor de auto-reprimir lo más hermoso que tenemos: la grandeza del espíritu.
Mira dentro tuyo:¿estás demorado en tu ballena? ¡Aquí te estamos esperando!
Por favor: que nadie más se vea privado de ti.
Y también debemos saber que el Inconsciente busca, aunque sea a través de síntomas, que nos demos cuenta del autoengaño: nadie consigue la oportunidad de una existencia humana −como dice el Budismo− para quedarse de por vida adentro de una ballena. Hacerlo es causa de una tristeza muy profunda, que a veces adjudicamos a cosas que nos sucedieron, o a no tener lo que anhelábamos, o a causas que no llegamos a descifrar.
Sin embargo, Maslow decía que si renunciábamos a hacer aquello para lo cual tenemos talento, el dolor sería mucho. Un dolor innecesario, que inclusive muchos terapeutas diagnostican mal por desconocer la dinámica de este Complejo y cómo abordar su resolución. El gozo de manifestarse es equivalente a la magnitud del dolor de auto-reprimir lo más hermoso que tenemos: la grandeza del espíritu.
Mira dentro tuyo:¿estás demorado en tu ballena? ¡Aquí te estamos esperando!
Por favor: que nadie más se vea privado de ti.
Virginia Gawel.