Perplejo, pero satisfecho de haber podido conocer mejor cómo era el infierno, el sabio se dispuso a cumplir su segundo deseo.La otra cara de la moneda era subir al cielo para comprobar con sus propios ojos todas las bondades que había leído y oído sobre él.
Muy asombrado, vió que allí también había mesas preparadas con deliciosas comidas, pero que, al contrario de los tristes habitantes del infierno, todos los seres celestiales sonreían satisfechos y rebosaban de salud. Y es que, aunque también disponían de larguísimos palillos para alimentarse, allí cada uno se preocupaba de alimentar al que tenía enfrente.
En el olvido de si mismo se conquista la autoestima plural a través de la alegría interior.
ResponEliminaGràcies M. Carme.
Petons.
Gràcias por tus palabras Olga i Carles
EliminaQuant disposem de quelcom, ja sigui material o espiritual, no hi ha res tan satisfactori i necessari com poder-ho compartir.
ResponEliminaGracies per aquesta llegenda que pot fer rumiar a uns quants...
Una forta abraçada
Gràcies Marta
EliminaTotes aquestes petites histories son per fer-nos pensar. Espero