diumenge, 5 de setembre del 2021

CIUDADES ESPAÑOLAS PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD IV

 

tarragona

Ciudades reinventadas

Si los hados me niegan a Roma como patria, que al menos me sea permitido quedarme aquí (…) Una ciudad que, si quieres creer a un hombre como yo que he visto tantas cosas, resulta la más agradable de todas aquellas que pueden escogerse para el descanso. Verás en ella, oh huésped y amigo, gentes honestas, sobrias, tranquilas…”. Publius Annius Florus

Tarraco fue la primera fundación militar romana fuera de la península Itálica y la ciudad desde donde se impulsó la conquista, ordenación y estructuración de Hispania. La antigua Tarraco sigue siendo el corazón visible y latente de la moderna ciudad catalana. Sus restos prominentes se mezclan, en una cálida atmósfera, con los perfiles de otros siglos y con el brillo azul del Mediterráneo.

La ciudad responde a la consolidación de un primer campamento militar, efectuada por Cneo Escipión en el 218 aC. Poco tiempo después se consolidó como puente para la conquista de toda la península Ibérica, papel que no perdió en toda su dilatada historia, ya que con el tiempo se convirtió en la capital de la Hispania Citerior o Tarraconensis.

El origen romano de Tarragona dibuja, aún hoy, su fisonomía urbana. Las murallas delimitaron su forma, reconocible incluso donde no se han conservado. El recinto de culto con su templo existe todavía en los muros de la catedral medieval. Algunas calles de la Parte Alta o centro histórico de Tarragona son las que, en época medieval, llenaron de bullicio el espacio donde se alzó la gran plaza pública del Foro de la Provincia. Las bóvedas del Circo romano forman parte, actualmente, de plazas, bajos de viviendas, restaurantes, locales de ocio y comercios. Y su anfiteatro, espacio de diversión y castigo, ha sido lugar de culto cristiano e, incluso, prisión. 

Desde Tarraco se reprimieron varias revueltas indígenas en época republicana, en ella César reunió sus legados y Augusto residió entre los años 27-26 aC, y desde aquí se estructuró y organizó un amplio territorio durante más de setecientos años.

De su larga historia y amplio desarrollo urbano han llegado hasta nuestros días importantes edificios y material arqueológico, que convierte a la antigua Tarraco en un ejemplo único entre las ciudades del Occidente romano, tanto por la cantidad como por la calidad y el estado de conservación de sus edificios.


toledo

Ciudades reinventadas

“Desde todas partes y en todos sus puntos, Toledo es alucinante y desmesurado”. Ortega y Gasset 

Toledo es un laberinto de historia viva y compartida. Una ciudad que tiene algo importante que aportar a los problemas actuales y universales de convivencia y paz: su herencia histórica de coexistencia y tolerancia de las Tres Culturas, la judía, la cristiana y la musulmana. Todos los estilos arquitectónicos y todas las culturas han dejado muestras singulares de su presencia en Toledo.

Esta ciudad ha sabido conservar un patrimonio inigualable que hunde sus orígenes en el Neolítico, si bien su entrada en la historia se produce en el año 192 antes de Jesucristo, al ser conquistada por las legiones romanas. La civilización romana la denominó Toletum y bajo su dominación se construyeron templos, teatros, anfiteatros, circos, murallas y acueducto. Con la desaparición de la Hispania romana, la ciudad fue ocupada los visigodos que la convirtieron en su capital, extendiendo su reino a toda la Península. La conversión de su rey Recaredo, en el año 587, y la celebración en ella de los concilios visigóticos iniciaron la vinculación de la ciudad con el cristianismo. Con la llegada de los musulmanes a principios del siglo VIII la ciudad pasa a denominarse Toleitola.

Las tropas cristianas de Alfonso VI entraron en Toledo el 25 de mayo del año 1085 poniendo fin a la dominación árabe, aunque la conquista completa de la Península Ibérica no se produjo hasta el año 1492. Durante esos siglos medievales, la ciudad de Toledo fue sede de la Corte y capital de la monarquía castellana y fue entonces cuando se desarrolló la “Escuela de Traductores de Toledo”. Bajo el amparo económico y la protección de los arzobispos toledanos, eruditos judíos y cristianos mozárabes se encargaron de la traducción de un buen número de obras clásicas, griegas y romanas, escritas por Aristóteles, Ptolomeo e Hipócrates.

Toledo alcanzó su mayor esplendor en el siglo XVI, incluso después del traslado de la capitalidad a Madrid en el año 1561. La única institución importante que quedó en la ciudad fue la iglesia, por lo que llegó a ser considerada como segunda Roma. En ese ambiente, El Greco, produciría sus mejores cuadros, valorado muy singularmente por las vanguardias artísticas contemporáneas.

En el siglo XIX el motor económico fueron los centros de instrucción militar y la llegada de un sinfín de viajeros alentados por su imagen romántica. Novelistas y poetas difundirán la belleza de Toledo en sus publicaciones.

Actualmente, Toledo es una urbe dinámica en constante crecimiento que fomenta su valor patrimonial y artístico, una gran ciudad donde la cultura, la historia y la innovación se dan la mano.


ubeda

Ciudades reinventadas

ÚBEDA, EL RENACIMIENTO QUE MIRA AL SUR

Úbeda, considerada como uno de los más sensacionales conjuntos renacentistas de Europa, se nos ofrece erguida de palacios y torres para invitarnos a la esplendidez exquisita de un pasado culto y cortesano. Es ésta una ciudad que ha merecido lo más variados calificativos: “Úbeda asombrosa”, “Úbeda reina mora”, “Úbeda recatada”… Pero, sobre todo, Úbeda es una ciudad admirable, incapaz de dejar impasible al más frío y exigente de sus visitantes. 

Esta ciudad jienense asentada en el tramo alto de un Guadalquivir apenas retoño, es una isla de gran riqueza histórica en medio de un mar de olivos. Su privilegiada situación ha hecho que las principales civilizaciones hayan dejado su huella en la ciudad. Cruce de caminos entre el Centro y Andalucía y paso obligado para llegar desde el levante, este emplazamiento estratégico la ha configurado como una de las ciudades intermedias más importantes de Andalucía.

Es asombroso el conjunto de palacios que reflejan el poder y la riqueza de una burguesía y nobleza ubetense que no dudó en contar con los más afamados arquitectos para la construcción de sus residencias, muy al gusto de las nuevas tendencias que comenzaban a imperar en la Italia del siglo XVI. En el extremo sur de la ciudad  se alza una de las plazas más bellas de España, la Plaza Vázquez de Molina. En ella se citan algunos de los monumentos más sobresalientes del Renacimiento: la Sacra Capilla de El Salvador, el Palacio del Deán Ortega, actual Parador de Turismo; el Palacio del Marqués de Mancera; la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, con fachada renacentista y claustro gótico; la Fuente Renacentista, y el Palacio Juan Vázquez de Molina, también llamado Palacio de la Cadenas actual sede del Ayuntamiento.

Pero, aun con ser la arquitectura renacentista, por su fastuosa y brillante profusión, el rasgo más sobresaliente del urbanismo de Úbeda, no por eso dejan de merecer la máxima atención otras construcciones de estilos bien diferentes. Lejos de romper el perfecto equilibrio ciudadano, airosos volúmenes árabes, góticos o barrocos contribuyen al enriquecimiento del enorme tesoro monumental que nos ofrece esta ciudad en la que se dieron cita las más diversas civilizaciones.

En esta integración radica la prodigiosa fisonomía de Úbeda, en donde cada calle, cada plaza y cada barrio son como células armónicas que configuran un terminado perfecto. En esta ciudad bien acabada como pocas, en la que no hay lugar para las estridencias, la sorpresa está presente en cada esquina. Inesperadamente, al pasear por las múltiples calles de su centro histórico, nos puede aparecer una maravilla arquitectónica, el recuerdo de una leyenda o la sencilla magia de una fachada popular.

Aunque bastante atípica por su fisonomía tan extrañamente cercana al peculiar sabor de las ciudades renacentistas italianas, no se crea que, por ello, Úbeda deja de sentirse profunda e íntimamente andaluza. Sus arraigadas fiestas, sus artesanías milenarias, su sabia gastronomía o la idiosincrasia de sus gentes confirman un patente andalucismo al que jamás renunció esta ciudad, que en otro tiempo fue fronteriza, y cuyo prolongado pasado árabe, común al del resto de los pueblos y ciudades de Andalucía, se presiente y se intuye en muchos de los rincones de su geografía urbana.

Úbeda vivió en los siglos XV y XVl sus días de prosperidad y esplendor de la mano de personajes como Francisco de los Cobos y Andrés de Vandelvira, político uno y arquitecto el otro. Sin ellos no hubiera sido posible que el 3 de julio de 2003 la UNESCO, la declarara Patrimonio Mundial.

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