dissabte, 21 d’agost del 2021

CIUDADES ESPAÑOLAS PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD II

 

ibiza

Ciudades reinventadas

“¿Y la noticia? Solamente el barco la llevó a Ibiza. Con la nave llegaba el conocimiento; sin ella, nada sabíase del mundo. Alguna vez, un oleaje que venía encrespado por lejano huracán era noticia de éste, porque el mar, trabado en movilidad vasta, permite conjeturar de allende el horizonte”. Enrique Fajarnés Cardona

Situada en la costa de levante de la isla de Ibiza (Eivissa, en catalán), el verdadero encanto de la ciudad de Eivissa reside en la huella que han dejado las sucesivas civilizaciones que recalaron en ella durante siglos de historia. Su inmejorable situación, de cara al mar, ha marcado su evolución convirtiéndose, ya desde la antigüedad, en un punto estratégico para las rutas de navegación mediterráneas entre oriente y occidente. Según los historiadores clásicos, la ciudad fue fundada, en el año 654 antes de Cristo por los fenicios, que vieron en la colina y en la bahía natural el emplazamiento idóneo para su asentamiento.

Durante la época púnica, Eivissa alcanzó su máximo esplendor, con la expansión de la ciudad fruto de la actividad comercial y agrícola. La necrópolis del Puig des Molins es el testimonio excepcional de la cultura púnica en occidente.

Después de la dominación romana y de las invasiones de vándalos y bizantinos, Eivissa fue colonizada por los musulmanes de Al-Andalus en el siglo X. El  triple recinto de las murallas musulmanas, del que todavía se conservan algunos elementos, es sólo una de las profundas huellas que quedaron en la ciudad y en toda la isla.

La cultura occidental llegó a la isla el año 1235 bajo el reinado de Jaume I. Por encargo de Felipe II, las murallas medievales fueron sustituidas por la actual fortaleza renacentista, considerada una de las mejor conservadas del mundo. 

Este recinto amurallado del siglo XVI, que envuelve la ciudad antigua con la Catedral y el Castillo-Almudayna en la cumbre, es el monumento más relevante de la ciudad no en vano, UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1999, junto con otros tres bienes culturales y naturales: la necrópolis púnica de Puig des Molins (la antigua ciudad de los muertos), las barreras marinas de posidonia y el poblado fenicio de sa Caleta.

La trama urbana de la ciudad fortificada (Dalt Vila) formada por un trazado casi laberíntico de calles estrechas, callejones y plazas adaptadas a la topografía natural inspira una serenidad que contrasta con el movimiento del puerto y la bahía donde se encuentra la máxima concentración de amarres deportivos y de recreo, y con el bullicio de la zona comercial y de ocio de los barrios de la Marina i sa Penya habitados, en su origen, por artesanos y pescadores.

Patrimonio natural y patrimonio cultural de gran valor artístico, histórico y arqueológico conforman los mayores atractivos de una ciudad cuyo perfil urbano desde el mar se ha hecho ya inconfundible.

 

merida
Ciudades reinventadas

“Todo se muda con el tiempo y perece con los años. Qué estabilidad tienen las cosas humanas? Aquí, donde está ahora Mérida, estuvo la famosa Emerita que Augusto dio a sus veteranos para que la poblaran”. Elio Antonio de Nebrija

Mérida fue fundada en el 25 adC con el nombre de Emerita Augusta por Octavio Augusto, para los soldados eméritos licenciados del ejército romano, de dos legiones veteranas de las Guerras Cántabras. Estas legiones se ubicaron en el poblado ya existente a cambio de darles la categoría de ciudadanos romanos a los antiguos pobladores. La ciudad fue la capital de la provincia romana de Lusitania, convirtiéndose muy pronto en escenario donde se asentaron nuevas formas de entender el mundo real y el imaginado, de desarrollar, tanto asuntos materiales como divinos. Junto a una amalgama de religiones procedentes del Medio Oriente y Egipto, prenden en Mérida el judaísmo y el cristianismo.

Se inicia así un periodo de gran esplendor del que dan testimonio sus magníficos edificios: el teatro, el anfiteatro, el circo, los templos, los puentes y acueductos. Los puentes fueron los elementos que hicieron de esta ciudad paso obligado hacia todos los puntos de la Península y los que le proporcionaron momentos de gloria o de angustia durante estos últimos veinte siglos. Se trata de construcciones singulares por su magnífico estado de conservación y, en el caso del puente que salva el Guadiana, por ser una de las obras de la ingeniería romana más importantes todavía en uso.

Durante siglos y hasta la caída del Imperio Romano de Occidente, Mérida fue un importantísimo centro jurídico, económico, militar, cultural y una de las poblaciones más florecientes en época romana, que Ausonio catalogó el noveno lugar entre las más destacadas del Imperio, incluso por delante de Atenas.

En épocas posteriores Mérida sufrió incursiones de los pueblos bárbaros hasta el asentamiento de los visigodos, que la hicieron capital de su reino y por lo tanto de Hispania, durante los siglos V y VI.

En el siglo VI sobresale la figura del Obispo Mausona y el cristianismo se arraiga con fuerza. De esta fe popular da muestra la figura de la Mártir Santa Eulalia, patrona de la ciudad. En el año 713 el caudillo árabe Muza conquistó la ciudad y sus tropas la arrasaron.

Quien visite Mérida, verá transmutado el pasado en objeto de ocio y didáctica, uno de los aciertos de sus museos y exposiciones. Ocasionalmente, la ruina despertará de su letargo y acogerá, tal y como lo hiciera en su apogeo, bajo el manto atemporal de la cultura la celebración del Festival de Teatro Clásico. El paso por Mérida permite descubrir, en orden, multitud de piezas pertenecientes a un puzzle cultural que alberga más de siete siglos de la vieja historia de España.


salamanca

Ciudades reinventadas

“Advierte hija mía, que estás en Salamanca. Que es llamada en todo el mundo madre de las ciencias. Y que de ordinario cursan en ella y habitan diez o doce mil estudiantes. Gente moza, antojadiza, arrojada, libre aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de buen humor”. Miguel de Cervantes

Salamanca ha sido a lo largo de su historia un centro de conocimiento de trascendencia y proyección universal. Un conocimiento que se fraguó en sus interiores pero que también tomó cuerpo en lo exterior, desde la literatura a la arquitectura con tendencias artísticas como el románico, gótico, plateresco y barroco.

Ser considerada la ciudad renacentista española por excelencia, la convierte en única, tanto en la estética arquitectónica y urbana de la ciudad que ha llegado hasta nuestros días, como por la especial relevancia que el pensamiento humanista y el anhelo del saber propios de este periodo dieron a la ciudad. Así, Salamanca, con sus palacios, conventos, casonas y plazas y con sus protagonistas, como fray Luis de León o Francisco de Vitoria, pone de relieve una época de especial impulso en la ciudad. Sin embargo, sería injusto limitar la vida de la ciudad a esos momentos gloriosos porque las ciudades no se construyen sólo de tiempos prósperos. 

Salamanca como espacio del conocimiento y del saber, ha latido con diferente intensidad a lo largo de la historia; sin duda, la búsqueda de ese saber constituye razón de ser pasada, pero también presente, en su inquietud con la cultura, con su dinámica Universidad y su reciente capitalidad cultural.

La riqueza de su patrimonio histórico artístico, el color de su piedra de Villamayor y su condición de ciudad viva, propiciaron que en 1988 fuera nombrada Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y en 2002 Capital Europea de la Cultura. Gran parte de la vida de la ciudad gira en torno a la Universidad, sus estudiantes y curiosidades que le dan un aire cosmopolita y contemporáneo. Ese ambiente viene marcado por los extranjeros llegados de distintas partes del mundo para estudiar español, la relación de la ciudad con América y el latir vivo y continuo de la ciudad.

 

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